lunes, 1 de octubre de 2012

Reseña sobre 1984 de George Orwell



Una historia donde se establece un nuevo mundo bastante irregular, pero ni tan lejos de la realidad, demuestra en claras líneas lo que podría llegar a ser la sociedad si es alcanzada por el despotismo y fanatismo absoluto. El lector puede tomar parte de la obra y verla reflejada en hechos pasados de la historia universal e, incluso, de la actualidad misma. Es así como George Orwell trae a través de su obra cumbre, 1984, una visión medianamente real y bastante objetiva de los límites a los que puede llegar una organización política bien constituida y la manipulación de las masas a través de la propaganda, el miedo y las restricciones absolutas de la libertad humana.


Merecedora de múltiples halagos, críticas y conflictos, 1984, narra la historia de Winston, un ciudadano promedio de 45 años quien vive en una sociedad organizada y completamente cohibida al progreso y desarrollo humano. Dicha estructura social, conservadora en sus principios políticos, pregona un socialismo cerrado al cual llaman SOCING y que con consignas como: “la guerra es paz. La libertad es esclavitud. La ignorancia es fuerza”, transforma la manera de pensar de todos sus miembros. Asimismo, un gran fanatismo hacia su único líder, el Gran Hermano. Una modificación casi imperiosa de lo que fue el pasado y acomodada a conveniencia del régimen. La erradicación total de la libertad de expresión, la opinión y pensamiento analítico del mundo real haciendo ver a todos (así no lo crean) que el mundo que han instaurado es de completa realidad.


Dicha obra está ubicada en la época de 1984, en la que tras diversos conflictos, tanto políticos como bélicos, se implanta la división del mundo en tres grandes potencias: Asia Oriental, Oceanía y Eurasia, sumándoles a ellas algunos territorios en disputa. Así es como se presenta la vida de Winston, un funcionario público del partido que ejerce en el Departamento de Documentación de Oceanía (territorio ocupado por el partido SOCING), quien vivió de manera normal mucho antes de tal dominio político. Heterodoxo en su manera de pensar con respecto al partido, ya que no cree en ellos, pero debe mantenerse sumiso o, de otra forma, acabaría siendo acusado de “crimental”. Un rebelde al sistema, pero sólo de pensamiento, pues guarda en ellos todo el rencor que les tiene y a su máximo líder, el Gran Hermano. Posee las esperanzas de que exista, en algún lugar de Oceanía, una hermandad que apoye su idea y que algún día todo pueda acabar.

Así mismo, como en muchas obras de este género, el protagonista principal, por medio de una situación “causal”, conoce a Julia, una empleada del partido perteneciente a la Joven Liga Anti-Sexo quien tampoco lo apoya, pero se limita sólo a seguir su vida. El Partido, por otra parte, tiene como objetivo no simplemente evitar que hombres y mujeres formen alianzas que él no pueda controlar, sino también eliminar del acto sexual cualquier rastro de placer, pues su único objetivo era el de engendrar hijos para el servicio del mismo. Dicha esta situación, Winston se verá implicado en una aventura romántica bastante peligrosa en la que a través de la astucia y viveza de Julia lograrán consumar su incómodo amor.

Tras muchas maquinaciones mentales de Winston por lograr su objetivo, conoce a O’Brien, un empleado de alto rango en el Partido, quien, al parecer, es un disidente más perteneciente a la deseada “hermandad”, el cual le ofrece su amplia ayuda por acabar con el SOCING. Como es de esperarse, Winston y Julia son engañados y apresados por la Policía del Pensamiento quienes los acusan de crimentales y bipensadores. Ya capturado, Winston pasará por la peores e inhumanas torturas en las que se le sacará toda la información que posea de sus planes íntimos contra el Partido; a su vez, se verá implicado en un adoctrinamiento sanguinario y que por medio de torturas y técnicas mucho más crueles cambiará su forma de pensar del partido hasta el punto de creérselo casi completamente.


En conclusión, una apasionante y enmarañada historia que atrapará a cualquiera que la lea. Un exquisito material histórico y educativo sobre las estructuras piramidales de la sociedad, los límites de la barbarie humana, el significado real de la dignidad y la libertad, y los verdaderos deseos del hombre para el hombre. Como muchas obras cumbre, esta, por su lado, posee infinitas ediciones llevadas a la pantalla grande, pero que no dejarán ver nunca su entrelineado poderoso cargado de energías subjetivas y sentimientos encontrados. En todo caso, es en la lectura de la obra donde se descubrirá si la mentira triunfa sobre la verdad.

Centralismo, calvario venezolano


Como en muchos momentos y en muchos lugares, ha sido el centralismo ese sistema de organización estatal cuyas decisiones de gobierno son únicas y emanan de un mismo centro, sin tener en cuenta las diferentes culturas o pueblos a quienes afecta, la piedra angular de fracasos como también derrotas, modo de vida  y esperanzas de cambio. Cambios que han cambiado, valga la redundancia, tanto la mentalidad venezolana como la concepción de lo que es una política de gobierno para muchos venezolanos. Políticas que han sido manejadas por derechistas e izquierdistas, militares (muchos) y pare de contar. Hechos y personas que han hecho de Venezuela un país distinto  a como es en nuestros días y que merecen estar en la cabeza de cada venezolano, y como lo diría  Elías Pino Iturrieta, “describir el presente y el futuro de un país sometido durante cuatro décadas a un sistema de centralización sumamente fuerte y arraigado”. Es aquí en este ensayo donde recopilaré algunos de los detalles más importantes como también los más trascendentales basándonos en una mirada al centralismo, como también que fue de la democracia en ese entonces. Cabe agregar que está de más mencionar el porqué iniciaríamos hablando de Cipriano Castro.


En la llegada de Castro, este tendría que afrontar un vasto movimiento revolucionario de los viejos caudillos, aliados a compañías extranjeras lesionadas por la política del gobierno. Se conoce con el nombre de La Libertadora y reconocen normalmente como jefe a Matos, el banquero doblado de general. El grupo de los alzados no puede ser más significativo. Liberales de todas las facciones, guzmancistas, crepistas, autonomistas y conservadores tradicionales, aparecen en esta fusión. El caudillisrno, fruto de la guerra federal, de la Revolución de Abril, del legalismo crespista, está dispuesto a derrotar al intruso que no se apoya en ninguno de los bandos clásicos y está sustentado en su propia clientela. Los orientales acuden al mando de Domingo Monagas, Nicolás Rolando y Horacio y Alejandro Ducharne; los centrales con Hernández Ron, Crespo Torres,Blanco Fombona y Ortega Martínez; los guayaneses con Zoilo Vidal, «El Caribe»; los andinos con Juan Pablo y José Manuel Peñalosa; los corianos con Gregorio Riera y Amábile Solagnie. Y con una gran cantidad de caciques menores que aspiran a sitio de primer orden en esta nueva guerra.

A Castro lo acompañan Juan Vicente Gómez, Pedro María Cárdenas, Emilio Fernández, Luis Varela, Jorge Bello, José María García, José Antonio Dávila, Maximiliano Casanova, Pedro Linares, Leopoldo Batista, Mariano García, González Pacheco y Régulo Olivares.

La Revolución Libertadora fracasó después de la sangrienta batalla de La Victoria. Se dispersaron los diversos caudillos, camino de sus respectivos feudos y allí van a ser fácilmente vencidos. Marca ella el colapso de los viejos partidos. Fracasó por la ambición contrapuesta de sus caudillos y abre el camino a la dominación montañesa que, se proyecta en la vida venezolana por más de treinta años.

En resumen, del afrentoso atentado al Derecho Internacional que involucró el bloqueo de las grandes potencias a Venezuela, el resultado para ellas, consistió en que las Comisiones Mixtas al fin convenidas, redujeron en tremendo por ciento las escandalosas pretensiones de sus súbditos: de Bs. 21.421.798,oo que sumaban, le fueron reconocidos en equidad Bs. 16.389.799,oo a alemanes, ingleses, italianos y estadounidenses. La nota digna, en tan tristes sucesos que preludiaron la avalancha de violencia y codicia de la primera mitad del siglo XX con sus guerras mundiales, fue, además de la voluntad de defensa de su territorio y soberanía a toda costa por el pueblo venezolano, el surgimiento de la «Doctrina Drago», erigida por el gran jurista argentino Luis M. Drago, doctrina que en nombre de la Justicia y del Derecho de los pueblos, condena las agresiones sangrientas y brutales con pretexto de deudas.

Así terminó aquel desgraciado suceso. Los inicuos protocolos de Washington y la sentencia del Tribunal de La Haya, consagraron los derechos de las naciones poderosas y venían a darle validez a la ya tradicional costumbre de los países europeos de reclamar con sus cañones las deudas de sus nacionales, desconociendo la soberanía de los países pequeños. El primario nacionalismo de Castro, agudizado por su megalomanía, hizo pasar al país por estas horcas caudinas humillantes y puso en peligro mismo la soberanía nacional. Todavía hay quienes alucinados por la proclama aplauden la actitud de Castro. Lo hubiera sido si, valorando la exacta realidad, le hubiera evitado a la nación, mediante una discreta acción diplomática, las humillaciones posteriores. No quedó curado de ella y al correr de poco tiempo le veremos de nuevo enfrascado en nuevos conflictos. Sin embargo, con su actitud tuvo un momento detrás de sí a la nación venezolana, toda dispuesta a respaldar sus sueños de grandeza, y fue que la agresión extranjera logró despertar en el pueblo las resonancias que en él sembró la gesta libertadora.

El gobierno de Castro no tardó en entrar en conflictos con otros gobiernos extranjeros. Ya para 1908, tiene rotas virtualmente las relaciones con Estados Unidos, Francia y Holanda. Además, una ola de desmoralización invade las esferas gobernantes. En noviembre de 1908, Castro se ve obligado a salir al exterior a tratarse con un especialista y deja encargado del poder a su compadre, el general Juan Vicente Gómez, hombre de toda su confianza.
La Rehabilitación. La salida de Castro provoca una reacción popular, encabezada por el antiguo protegido de Castro. Sin pena ni gloria termina la Restauración y se inaugura el 19 de diciembre de 1908 el gobierno que los nuevos cortesanos bautizaron con el nombre pomposo de rehabilitación nacional.

La reacción contra Castro invadió a la prensa y a la calle. Del «sobreviviente de la República de Platón», como lo llamara cortesanamente Andueza Palacio, sólo quedó el «Extremito» grotesco de Pío Gil.

El 19 de abril de 1910, Gómez es designado Presidente Constitucional. Durante este período en forma taimada va consolidando su poder. Ya para fines de 1913, el periodista Arévalo González es encarcelado por haber lanzado la candidatura presidencial del doctor Félix Montes, quien tiene que huir. Gómez declara la paz pública perturbada por Castro, farsa preparada para perpetuarse en el poder; dejando encargado al doctor Gil Fortoul de la presidencia el 1º de agosto de 1913 hasta el 1º de agosto de 1914, se declara en campaña. La situación la resumió la opinión popular en la conocida frase: «se alzó el gobierno». Esto le sirvió de pretexto para una reforma constitucional que elevó el período constitucional a siete años y fue nombrado para la etapa 1915-1922. Durante esta etapa estuvo encargado del Poder Ejecutivo el doctor Márquez Bustillos, y el general Gómez asumió el comando del ejército.

En 1922, fue nuevamente reelecto por un Congreso dócil, para el período 1922-29. Durante este período, en los años 28 y 29, bambolea la férrea estructura dictatorial con el movimiento estudiantil del 28 y las tentativas armadas de los generales José Rafael Gabaldón y Román Delgado Chalbaud.

En 1929, el Congreso lo reelige de nuevo. Ante su negativa y por sugerencia designa al abogado Juan Bautista Pérez, quien viene a ser el hombre de paja del régimen. En 1931, el Dictador retorna y Pérez es obligado a renunciar. Gobierna hasta 1935, cuando muere en su cama, después de haber establecido una de las más largas y despiadadas autocracias de la historia americana.

Previo a su participación en este alzamiento, Cipriano Castro estuvo exiliado durante 7 años en Colombia (1892-1899), desde donde esperaba para asaltar el poder. En este sentido, la crisis política experimentada por el liberalismo tradicional y el régimen de Ignacio Andrade, permitió el desarrollo cabal del movimiento revolucionario castrista. Desde mediados de1898 sus partidarios en Táchira habían iniciado una gran actividad y se convierten en una célula conspirativa, al observar la fragilidad del gobierno. Por su parte, Castro intenta entonces formar una alianza con otro caudillo tachirense exiliado en Colombia, Carlos Rangel Garbiras, con el objeto de coordinar una insurrección; pero, el fracaso de las conversaciones sobre el particular lo lleva a la determinación de llevar a cabo la invasión con sus fuerzas, en las que figuraban personajes tales como Juan Vicente Gómez, Manuel Antonio Pulido, José María Méndez, Emilio Fernández, Jorge Bello y Pedro María Cárdenas. Tras muchos esfuerzos Castro logra juntar un contingente de unas 60 personas que invaden por la frontera colombiana el 23 de mayo de 1899, cruzando el río Táchira,1 acusando al gobierno de Ignacio Andrade de haber violado la Constitución Nacional de 1893, la cual restauraría el movimiento castrista.

Con la llegada de Castro al poder, se enfrenta a los abusos que pretendían imponer el imperialismo europeo. Como consecuencia de no poder pagar la deuda externa venezolana, los gobiernos de Inglaterra y Alemania proceden a decretar el bloqueo en 1902.
Esta acción se hizo acompañar de nuevas reclamaciones por parte de otras potencias europeas: Italia, Francia, Holanda, Bélgica, España. Sin embargo, el bloqueo no tuvo el efecto esperado debido a la intervención de Estados Unidos a través de su representante en Caracas, Hebert Bowen. El 13 de febrero de 1903 se levanta el bloqueo, luego se convocó a una reunión en Washington con la asistencia de las potencias agresoras, pero Venezuela no acepta. Esta situación provoca que el problema se someta al Tribunal de La Haya, el fallo se produce a favor de los países reclamantes el 22 de febrero de 1904. Esta decisión fue criticada duramente por el Canciller de Argentina José María Drago, a través de una exposición de principios que pasó a la historia como “Doctrina Drago”. En la misa se exponía la necesidad de defender las soberanías nacionales de los países pobres frente a los poderosos además consideraba ilegal el procedimiento aplicado para cobrar las deudas contraídas por los países latinoamericanos.

A lo largo de los años 1905 hasta 1910 las notas diplomáticas, las amenazas y el envío de agentes especiales del Departamento de Estado norteamericano no pudieron modificar la posición nacionalista de Cipriano Castro, esto hizo que su política creara un aislamiento internacional en torno a Venezuela a pesar del otorgamiento de concesiones a compañías extranjeras.

En 1906 se interrumpen las relaciones internacionales con Colombia por la incursión de ciudadanos colombianos a territorio nacional.     
En 1908 rompe relaciones con Holanda por el envío de informes desfavorables del gobierno, esto demuestra la poca coherencia e ignorancia en cuanto a diplomacia se refiere. Sin embargo, al asumir el poder Juan Vicente Gómez, lo primero que hace en el plano internacional es invitar a Estados Unidos para que enviara sus barcos a puertos venezolanos, igual hace con otros países, incluso a finales de 1908 por motivo del surgimiento de algunos desordenes en el país pide la protección de Estados Unidos, convirtiéndose éste en protector de Juan Vicente Gómez. Por tal motivo y otros Gómez desde el principio respeto los Convenios y Tratados Internacionales firmados no solamente con Norteamérica sino con otros.

Luego hasta 1914 las relaciones internacionales llevada a cabo por el gobierno fue de respeto a los convenios ya establecidos, posteriormente con el inicio de la Primera Guerra Mundial, Venezuela se mantiene en apoyo a las fuerzas aliadas por el suministro de petróleo a los mismos. El último Pacto Roerich, firmado por Venezuela en Washington fue el 15 de abril de 1935, materializándose en el Tratado sobre Protección de instituciones artística, científicas y monumentos históricos; en esta oportunidad Venezuela estuvo representada por Pedro M. Arcaya.

Pudimos ver entonces algunos de esos hechos y personajes sumamente trascendentales y que marcaron un hito en la historia venezolana del siglo XIX. No quise profundizar más ni tampoco alargar más dicho siglo, pero ha de quedar claro en simples líneas escritas, académicamente hablando, el calvario de Venezuela y el meollo de muchos asuntos actuales.