Se
ha de entender por cosmovisión la percepción del hombre con respecto al
universo y de su afán por entenderlo hasta un punto absoluto, cuestión bastante
compleja e irónicamente inexacta que ha tocado cada pequeña parte de la
evolución histórica de la mente occidental.
La
denominada mentalidad posmoderna, con sus múltiples y variados contextos y su
situación intelectual enteramente compleja y ambigua, no es más que la suma de
muchas corrientes intelectuales y culturales que han estado presente en el
hombre desde la cosmovisión griega clásica hasta la que hoy se conoce como
posmoderna. ¿Es entonces la gestación de la cosmovisión posmoderna una verdad
absoluta y singular? Para poder responder esta pregunta es necesario tener en
cuenta el inicio de los pilares de la mente occidental, como también su
progreso intelectual al pasar de los años y al pasar de la civilización de
occidente.
A
través de los años, y como comienzo central de la gestación de la mentalidad
posmoderna, fueron los griegos quienes se preguntaron por primera vez su visión
del mundo con un constante desarrollo e iluminación magnífica, y que durante
muchos años fueron considerados erróneos e incorrectos en su percepción, son
ahora para muchos, la base central de la cosmovisión actual.
Visto
entonces de esta manera, son los griegos los que dieron inicio a una sucesión
de cambios y eventos en la historia, una historia en la que el idealismo
metafísico se contrarrestó con el escepticismo secular haciendo del hombre un
ser más pequeño con respecto a su naturaleza. La crisis del antropocentrismo
con la teoría heliocéntrica desbancaría al hombre como punto central en el
universo; La teoría de la evolución, con los estudios de Darwin sobre la
selección natural, desplazaría al hombre como foco privilegiado de la creación.
Por último, sería Freud quien pondría en el punto extremo de su existencia al
hombre, uno racional y consciente, pero con una fuente de experiencias y
sentimientos inconscientes desconocidos para él mismo.
Cambios
tan mínimos como darse cuenta de que eres uno más de la naturaleza y que existe
mucho más allá de lo que te rodea fueron, en términos de evolución, el motor
que despertó un principio de incertidumbre en las cosmovisiones griega clásica,
la medieval e, incluso, la moderna.
Es
importante destacar también que a través de esta nueva concepción del universo
y de las mil y una pregunta que se hacía la sociedad occidental sobre el
significado y sentido de su existencia dieron paso a varios cambios de focos de
fe en la percepción de a quién o qué se debía creer en el transcurso de la
evolución, como en el momento justo en que el cristianismo en la época medieval
se presentó a la humanidad como fuente de respuestas a sus preguntas. Un
cristianismo pluralista en sus orígenes, pero monolítica en su forma desarrollada
que regiría el espíritu europeo hasta el Renacimiento.
La
gestación medieval cristiana de la cultura europea llegaría a un umbral crítico
a través de la caída del Imperio Romano con la toma de Constantinopla. Fue así
como, entre los siglos XV y XVII, Occidente presenciaría el surgimiento de un
ser autónomo y con renovada consciencia de sí mismo, de un ser humano curioso
acerca del mundo y confiado en sus propios juicios.
Es
así como la ciencia se presentaría como gracia salvadora de la nueva mentalidad
(Tarnas, 2001) y sería el hombre, a través de la ciencia, quien respondería
ahora a esas preguntas existenciales, preguntas que las cosmovisiones antigua y
medieval mostraban de una manera primitiva, supersticiosa, infantil y opresora.
En
conclusión, y sin profundizar más en el tema, se puede dar a entender que fue
entonces los cambios en la mentalidad a través de su afán por responder esas
preguntas existenciales y los cambios de fe los que marcaron cada etapa de la
evolución de las cosmovisiones hasta la que hoy conocemos como mentalidad
posmoderna.