Sin duda alguna,
la escritura ha sido uno de los medios de comunicación humanos más antiguos, y
en la que, gracias a un sistema de representación gráfica, se logra una
efectiva transmisión de información. Este medio de comunicación ha llegado a
ser como una máquina del tiempo real e inmediata, permitiendo comunicarse con
los más antiguos personajes de la historia que en algún momento plasmaron todas
sus ideas y pensamientos sobre el papel, la roca, e incluso la piel. Se debe
tener en cuenta que lo que hace maravilloso a la escritura no es solamente su
índole utilitaria a la humanidad para su desarrollo hasta la época actual, sino
también ese “toque” artístico del que se sirve un escritor para sacar a flote
el espíritu romántico, sutil y bello pero también siniestro del pensamiento
humano.
Bien se puede
decir que la escritura hace parte fundamental de los procesos cognitivos del
humano, pues es a través de estos en los que se reafirma la estructuración del
pensamiento. De igual manera, es preciso recordar que la escritura es un
conjunto de signos que exhiben una idea, y para alcanzarla se debe pasar por un
proceso “construcción mental del pensamiento” que, como punto final, concluiría
en una reflejada en lo escrito. Una escritura sin pensamiento es inconcebible.
La actividad cognitiva es la primera parte a la hora de escribir, pues se estructuran
las ideas a medida que se piensan, y luego se exteriorizan. De este modo, Alice Pouget de Rodríguez (2009) afirma:
“pensar en la posibilidad de un desarrollo cognitivo independiente de la
actividad escrita, lleva a pensar en que el ser humano se desarrolle sin la
sistematización de sus pensamientos y, en consecuencia, que evolucione sin una
expresión” (p. 6).
Ya alejándonos
un poco del ámbito teórico se podría decir a grosso modo que la escritura
permite, a quien lo hace, crear su propio mundo, liberar el pensamiento y
materializar cuanto pensamiento pasa por su cabeza. Su importancia está en que
son el hombre mismo en potencia, son sus ojos, sus manos, su corazón, su
inteligencia, todo su ser es quien lee y quien escribe. Es él quien hace su
propia interpretación de lo leído, es él quien le da vida y hace suyas las
letras, es él quien manifiesta su pensamiento, sus acciones, su razón de
existir, de ser.
¿Cómo definir a
un buen escritor? Una gran pregunta. Algunos consideran que un buen escritor
depende de si tiene buena ortografía, gramática, sintaxis, cohesión y de si ha
leído incontables libros. Otros, y creo los más acertados, consideran que
alguien que sabe escribir conoce muy bien su idioma, utiliza una apropiada
combinación de términos, es detallista por excelencia y hace de las ideas algo
mágico y atrayente que te atrapa y te mete en la historia haciéndote vivir su
mundo, ese mundo que se propuso al escribirlo. Solo me queda decir al último
argumento, touché.
"Para mí,
el mayor placer de la escritura no es el tema que se trate, sino la música que
hacen las palabras". Estas sabias palabras del escritor y periodista
Truman Capote, me llevan a la clara deducción de que la escritura ha llegado a
ser un transmisor directo de sentimientos y sensaciones. Algunas son
generadoras de zozobra y angustia como Crimen y Castigo de Dostoievski, otras
son de simpatía, delicadeza y pudor como Wilde en sus perfumadas obras. Coelho
con sus aires de “todo va a estar bien” y Nietzsche con “nada va a salir bien,
ni siquiera saldrá”. En tal caso, es el escritor quien a manera muy subjetiva
quiere expresar tales sensaciones y que éstas sean sentidas al leerse, pero
muchos de ellos, incluso yo, me limito a escribir y dejar salir las ideas sin
esperar que “caigan bien”, y solo dando a conocer un punto de vista diferente
de la vida. Como bien diría Jean de La Bruyère: “hay que buscar únicamente
pensar y hablar 'justo', sin querer atraer a los demás a nuestro gusto y a
nuestros sentimientos; es una empresa demasiado grande”.
En conclusión,
la escritura desempeña un papel importante en la formación lógica y coherente
de nuestro sistema de ideas. El ejercicio de la escritura permite al ser humano
alcanzar niveles del conocimiento ilimitados y mucho más amplios que en la
lectura, y que en términos de analizar,
condensar, hacer juicios críticos y crear, constituyen al ser humano como el
sujeto pensante y racional que sabe que sabe, porque escribe y lee lo que otros
una vez escribieron. De igual modo, y ya para finalizar, la escritura permite
abrir el corazón, socavar en él y sacar los pensamientos más gratos, felices y
hasta retorcidos que en muchas ocasiones ni hablando se logra. Todos estos
pensamientos serán llevados al papel y durarán mucho tiempo. Tal vez cien años
o incluso más, pero lo que sí es seguro es que será para la posterioridad,
porque como dicen por ahí, el papel lo aguanta todo.
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